Esto pasa en el cerebro de tu perro cuando te ve

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Estudiantes del doctorado en ciencias biomédicas del Instituto de Neurobiología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), campus Juriquilla, desarrollaron un proyecto de investigación sobre la actividad cerebral de los perros ante la exposición de imágenes de rostros humanos.

Los alumnos indican que el perro es una especie totalmente social, coopera contigo, te analiza, ocupa tu conducta como referente.

Gracias a este tipo de estudios y a toda la investigación conductual que hay, se puede romper el mito de que si quieres educar un perro tienes que dominarlo, cuando en realidad no tiene por qué ser así. Hay investigaciones que sugieren que los perros son más parecidos a niños, por lo que hay otras maneras de educarlos mucho más efectivas y que no le generan daño, miedo o agresividad.

La estudiante Laura Verónica Cuaya Retana señaló en la Agencia Informativa Conacyt que el proyecto tiene como objetivo principal la identificación de actividad en diferentes partes de la corteza cerebral de los perros al momento de que les son proyectados rostros de personas y, con esto, determinar si la actividad cerebral detectada influye en el comportamiento de los animales.

Para poder realizar el estudio, los jóvenes contaron con el apoyo de la Unidad de Resonancia Magnética de la UNAM; para obtener imágenes que les permitieran ver la estructura y el funcionamiento del cerebro.

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La mayoría de los estudios relacionados con el comportamiento de los perros se han desarrollado únicamente a nivel conductual, pero que hasta ahora no se había profundizado sobre la actividad cerebral de estos animales ante cierto tipo de estímulos.

‘Hemos visto que cuando le presentamos dos botes a un perro y uno de ellos tiene un premio, si indicas al perro dónde está entiende el señalamiento, a diferencia de por ejemplo los chimpancés, que son muy buenos haciendo deducciones, inferencias y hasta de razonamiento lógico, pero que no desarrollan la cooperación con los humanos; eso es muy particular en los perros’, dijo.

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En tanto el estudiante de ciencias biomédicas, Raúl Hernández Pérez, puntualizó que se utilizaron perros de diferentes razas, los cuales fueron entrenados previamente para que pudieran adaptarse y permanecer inmóviles durante las sesiones en el resonador.

Explicó que para poder sacar la imagen funcional del perro era necesario un entrenamiento previo para que se pudiera quedar totalmente quieto, despierto, medio recostado, sin que lo tuvieran que amarrar durante cinco minutos; ‘para que un perro logre hacer eso es un poco complicado, tuvimos que ir a buscar a dueños que accedieran a participar en el estudio. Estos animales debían tener varios requisitos: ser muy entrenables y que tuvieran un tamaño de mediano a grande, para que pudieran entrar en el resonador y poder tomar imágenes de buena resolución de su cerebro. Con cada uno realizamos cinco sesiones donde se les proyectaron 50 imágenes de caras de humanos que ellos no conocían con expresión neutral y también, para comparar, les presentamos 50 imágenes de objetos’ dijo.

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Se encontró actividad en las cortezas temporal y frontal en los cerebros de los perros, así pudieron identificar que estos animales procesan los rostros de manera muy similar a como los humanos, al igual que otras especies como los primates y las ovejas.

Los estudiantes indicaron que aparte de la corteza frontal, el cerebro tiene un núcleo que se llama caudado, el cual está vinculado a los procesos de recompensa. Parece ser que para los perros la cara de un humano podría ser intrínsecamente reforzante, a pesar de que era un humano desconocido y con una expresión neutral le significa algo al perro. Eso es muy interesante porque muy probablemente esto lo adquirió el perro durante el proceso de domesticación, porque otras especies no lo tienen; los lobos, por ejemplo, no se espera que tengan eso. Si un perro tiene un problema que no puede resolver, voltea a ver al humano como pidiendo cooperación o ayuda, lo toma como referente para resolverlo.

El estudio contó con el asesoramiento del doctor Luis Concha Loyola, investigador titular A del Instituto de Neurobiología de la UNAM.

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