Guía para sobrevivir a una casa embrujada

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Del alemán “poltern” (hacer ruido) “geist” (espíritu), estos dos elementos han dado lugar a algunas de las peores películas de la historia. Y cuando son buenas, ya se encargará el remake de hundirlas. Pero lo cierto es que hemos aprendido muchas cosas de las películas paranormales.

Cada vez que tenemos que ir al baño en mitad de la noche utilizando el móvil como linterna, tenemos la certeza de que en algún giro de muñeca aparecerá una amenaza mortal. Y estamos convencidos de ello porque la azulada iluminación del móvil pide a gritos un susto de muerte. Desde luego si yo fuera un espíritu, mis apariciones estelares siempre serían cuando alguien va al baño de madrugada. Llegar al retrete podría ser una victoria, pero en realidad es solo el comienzo, porque tenemos que enfrentarnos a El Espejo. Todo el mundo sabe que los espejos solo traen problemas, sobre todo si es un espejo con puerta. Cuando la abrimos estamos solos, pero al cerrarla es obvio que vamos a tener una niña detrás.

Este miedo colectivo a las incontinencias nocturnas es algo con lo que hemos aprendido a vivir, y la culpa la tienen Hollywood, las niñas japonesas y Belén Rueda. Así que ya va siendo hora de recopilar la información que nos ha proporcionado el cine para saber cómo sobrevivir a un fenómeno paranormal. El estreno del remake de Poltergeist no parece aportar trucos nuevos, pero sí dejará claro que las pantallas de plasma son igual de peligrosas que las televisiones de tubo.

1. NO INTENTE SINTONIZAR LA TELEVISIÓN

Mi padre lleva años diciendo que el control a distancia es un instrumento del demonio, y tiene toda la razón. Pero hay una posibilidad aún peor: que dentro de la tele vivan espíritus molestos y con mucho tiempo libre.

Hoy en día no hace falta que la pantalla se ponga en modo nieve, porque los programas de mujeres vestidas con estampados de leopardo ya son suficientemente aterradores. No se me ocurre un destino peor que ser absorbido por la tele y convertirse en conductor de un programa de televisión atrapado en una emisión de “hay una presencia masculina muy poderosa en tu vida, ¿tu padre? No. ¿Tu hermano? No tengo hermanos. ¿Tu peluquero?”. Tal y como vemos en Poltergeist, tener una televisión en cada habitación multiplica las posibilidades de ser abducida.

Los electrodomésticos nos hacen la vida más fácil, sí. Hasta que intentan matarnos. Esas lavadoras que se ponen a andar durante el centrifugado son en realidad unas asesinas limitadas por el lavado rápido. Otro peligro de dejar la tele encendida es que salga de ella la china de la tienda de abajo recién levantada y con el pelo más graso que nunca. Pero tranquilos, eso solo pasaba con los VHS. La conclusión de The Ring era “haberte comprado un DVD”.

2. Llame a alguien que sepa lo que hace

Al principio de Poltergeist, la madre de Carol Anne está loca de contenta con tener espíritus en su casa, que tienen inquietudes decorativas y le cambian las sillas de sitio. Si con Mary Poppins nos parecía divertidísimo, no veo el problema en ponerse a bailar cuando es Satán el que te está recogiendo la casa. El problema es que Diane Freelings es una madre que se cree hippy y que es incapaz de irse a dormir sin fumarse un porrito antes. De ahí que cuando su casa empieza a volverse en su contra a ella le parezca el mejor viaje de setas que ha tenido en su vida. Porque cuando Julie Andrews cantaba “Con un poco de azúcar” se olvidó mencionar “y otro poco de hachís”.

Llamar a un equipo de expertos que es más valiente que tú no sirve de nada. Hay que recurrir a la medium. La medium parece inofensiva y ligeramente desequilibrada, pero ha vivido varios poltergeist y sabe que lo único que hace falta para derrotar al mal es una cuerda, dos pelotas de baseball y muchos mensajes contradictorios (“¡corre hacia la luz, Carol Anne!”, “¡huye de la luz, Carol Anne!”). Así que cuidadito con meter a la abuela en la residencia, que nunca sabes cuándo la vas a necesitar. El único inconveniente es que la anciana nos va a dejar la casa hecha pedazos y no se va a quedar a ayudarnos a recoger. Y si es autónoma, nos va a sacar todo el dinero que tengamos. Hay que pagar las perlas y la cantidad demencial de laca que lleva puesta para crear su propio poltergeist en la capa de ozono.

3. Pregúntele al espíritu si quiere algo

Obviamente el primer instinto de cualquiera ante un fenómeno paranormal es preguntar “¿quién anda ahí?” sabiendo que si responden vamos a mearnos encima, huir hacia la única habitación de la casa sin ventana y, en algunos casos, arrancarnos la cara de los nervios. Pero el cine nos ha enseñado que todo podría solucionarse a los 20 minutos de película si la víctima le pone un café al espíritu y le pregunta “¿en qué puedo ayudarte?”.

En este caso, tengo que culpar a los fantasmas. Si quieren que les hagamos un favor, o les ayudemos con un papeleo, sería mucho más práctico que se aparezcan a la hora de comer, nos tranquilicen y nos den su lista de recados. Pero no. Prefieren aparecer en medio de la noche, con la cara descompuesta, susurrarnos cantos satánicos al oído y vomitar en la tienda de campaña de nuestro hijo. OK. Pues perdóname por haber creído que ibas a matarme, fantasma. Me confundió el hecho de que me encerraras en una habitación con las paredes llenas de mensajes amenazantes pintados con sangre.

4. No tenga hijos

No compensa. No nos dejan dormir, hay que cambiarles el pañal, cuando crecen nos odian y encima hay que pagarles todas las tonterías. Por si fuera poco, suelen ser el medio de transporte que utilizan los fantasmas para invadir casas. “Ya están aquiiiii” decía Carol Anne, súper tranquila ella, y luego se iba a acostar con una actitud prematura de “yo soy rubia, a mí que me registren”. Por supuesto nuestra hija no va a ayudarnos ni a darnos ninguna información, consciente de que en cuanto tenga 18 se va a ir de esa casa esté poseída o no. Y su padre va a pagarle el alquiler de su piso nuevo libre de espíritus.

5. Asegúrese de que no eres la muerta

Los seres humanos somos unos egocéntricos, y en cuanto oímos un ruido extraño damos por hecho que los fantasmas son otros. Los otros. Es como esa amiga que siempre dice que se lleva mejor con los chicos que con las chicas. Pues a lo mejor el problema lo tiene ella. Aquí la clave es fijarse en el servicio doméstico. Si la muchacha ha dejado de molestarse en limpiar, y ya solo se dedica a mirar con cara de loca y de juicio, es porque su jefa lleva varios años muerta. Cubrir los espejos con sábanas no solo da un mal rollo horroroso, sino que es la solución de las vagas para no tener que limpiarlos.

6. Si ve una estrella de los 90, HUYA

Si alguna vez nos preguntamos “¿qué fue de este actor tan famoso de los 90?”, la respuesta siempre será “está haciendo películas de fantasmas”. El subgénero paranormal es lo que da de comer a aquellas exestrellas que fueron suficientemente famosas para salir en el póster del cine (o mejor dicho, en la portada del DVD) pero no para protagonizar una serie en HBO. Como son todas iguales, la esperanza secreta del actor es que cuando consiga un secundario que le dé el Oscar nadie se acuerde de la existencia de aquella película barata de sustos.

Pero yo sí me acuerdo, y nunca le perdonaré a Demi Moore (En la tiniebla, que es mejor tomársela como un reboot de Ghost, pero con novio cabreado), Christina Ricci (Ellos), Clive Owen (Intrusos), Reneé Zellweger (Expediente 39) y Anthony Hopkins (El rito) las dos horas de mi vida que perdí y que ahora nunca recuperaré. Tengo muy claro que lo primero que haré cuando muera es ir a su casa de Beverly Hills y freírles a sustos en el baño. O mejor aún, en la cocina, que ahí no se lo esperan.

Vanity Fair MX

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