El pueblo con la solución a la violencia de género: prohibir a los hombres

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La violencia de género nunca desaparece, aunque ocasionalmente nos olvidemos de ella. A veces, la coincidencia en un breve lapso temporal de unos cuantos casos, como ha ocurrido en la última semana, nos recuerda que el año pasado 56 mujeres fueron asesinadas en España y que en este 2015 ya son más de 30. La situación es aún más desesperada en otros rincones del mundo, donde la mutilación genital, los matrimonios concertados y las violaciones están a la orden del día. Uno de ellos es la región keniata de Samburu, azotada tanto por la organización patriarcal de la sociedad como por las salvajadas cometidas por los soldados británicos que durante décadas se asentaron en la zona.

En 1990, la región vio nacer uno de los experimentos sociales más peculiares de las últimas décadas, cuando quince mujeres que habían sido violadas por soldados británicos decidieron fundar Umoja (que significa “unidad” en swahili), un poblado formado sólo por mujeres a 380 kilómetros de Nairobi. Hoy en día viven allí 47 mujeres y 200 niños, que sobreviven gracias a las visitas de los turistas que se hospedan en el campamento que se encuentra a un kilómetro del pueblo (a los que cobran un pequeño impuesto) y la venta de artesanía tradicional samburu, que también puede adquirirse en su página web. Gracias a su esfuerzo, y a pesar de las grandes dificultades que han tenido que afrontar desde su fundación, las mujeres de Umoja han conseguido crear una utopía de más de dos décadas de duración en la que, por una vez, la mujer keniata es la dueña de su propio destino.

La matriarca de una nueva sociedad

Probablemente, nada de esto habría sido posible sin Rebecca Lolosoli, matriarca de Umoja y cabeza pensante del proyecto. Lolosoli fue una de las mujeres que, como sus 14 compañeras, habían sufrido los abusos de los soldados ingleses. Cuando empezó a hablar de ello y a vender sus creaciones para ganar algo de dinero, cuatro hombres entraron en su casa y le propinaron una paliza. Mientras estaba en el hospital, se le ocurrió la única salida a una sociedad en la que las mujeres son excluidas de todas las tomas de decisiones del pueblo: una organización alternativa formada únicamente por mujeres y sus hijos. Lolosoli abandonó a su marido ante su indiferencia por lo que había ocurrido.

Muchas de las primeras habitantes de Umoja fueron mujeres del Gran Valle del Rift que, como Lolosoli, habían sufrido agresiones sexuales, algo que no podía ser denunciado porque deshonraba a sus maridos, algunos de los cuales habían intentado acabar con sus vidas. Pronto se les unieron otras mujeres que huían de los matrimonios concertados, la mutilación femenina, la violencia doméstica y las agresiones sexuales, como expone la periodista Julie Bindel, que ha visitado el poblado, en un reportaje de The Guardian. Al principio comerciaron con comida, pero al ver que no funcionaba, se decantaron con los abalorios, y les ha ido bien con ello. En el pueblo se rechaza el trabajo y la mutilación genital (muy extendida culturalmente) y se anima a que sus habitantes enseñen a las mujeres de los pueblos vecinos sobre sus derechos, la igualdad de género y la prevención de la violencia.

No es que no haya ningún varón en la aldea, si tenemos en cuenta que en la misma viven 200 de los hijos de sus habitantes. Muchos de ellos son producto de las relaciones de las habitantes de Umoja con otros hombres de fuera de la aldea y que han decidido criar por sí mismas. Al contrario de lo que ocurre con otros poblados samburu, todos los pequeños aprenden a leer y a escribir, así como conocimientos matemáticos y otras habilidades a lo largo de toda su infancia. Como explica una mujer en el reportaje del medio inglés, “aún nos gustan los hombres. No se les permite la entrada, pero queremos tener bebés y las mujeres deben tener hijos, incluso si no están casadas”. Esa es otra de las grandes transgresiones de Umoja: la maternidad fuera de las reglas tradicionales en una sociedad matriarcal. Sin embargo, se permite contratar ocasionalmente a algún hombre para que ayude con el ganado o con la reparación de las verjas que rodean el poblado.

Mientras tanto, los hombres…

Lolosoli no sólo es la principal responsable de la aldea, que en los últimos años ha conocido la fama internacional, sino también de la sección local de Maendeleo Ya Wanawake Organization (MYWO), una organización no gubernamental que tiene como objetivo cambiar las condiciones de la vida de las mujeres en Kenia. Además, también ha trabajado junto al abogado Martyn Dai para conseguir alguna clase de retribución por parte del ejército inglés. Sin embargo, la Policía Militar Real negó todas las acusaciones y, cuando se le solicitó que toda la documentación que había aportado tras un laborioso trabajo de investigación fuese devuelta, esta reconoció que se había extraviado.

No es la única dificultad a la que se han tenido que enfrentar. Durante los primeros años, como explica la propia Lolosoli en una entrevista con Satyamag, algunos hombres montaron a una corta distancia de Umoja un poblado para bloquear la carretera e impedir que los turistas llegasen, cortando la principal fuente de ingresos de estas mujeres. En otra ocasión, fueron golpeadas por 30 guerrilleros delante de turistas. La situación mejoró algo cuando, tras meses de ahorro, consiguieron comprar el territorio en el que se habían establecido, algo que también se tradujo en una respuesta violenta cuando un grupo de hombres las agredió al mismo tiempo que les recordaban que ninguna mujer debería poseer tierras y que sus esposas habían dejado de ser mujeres gracias a ellas.

“Nuestros mayores obstáculos son los hombres”, explica a dicho medio Lolosoli. “No puedes responderles o hablar delante de ellos tengas razón o no. Eso tiene que cambiar. Las mujeres tienen que luchar por sus derechos y entonces las cosas cambiarán”. Además, la matriarca reconoce que “los hombres están celosos de nuestros logros”, incluso aquellos que, como el Miembro del Parlamento de la región, disfrutan de un mayor nivel cultural. “Luchamos por el derecho de nuestras hijas a ir al colegio, a elegir sus hombres y a que puedan tener posesiones como tierras o ganado de igual manera que cualquier otro humano”, explicaba Lolosoli en Ezine Articles. Para una mujer nacida de una relación polígama con tres esposas, poder elegir cómo y con quién vive y consigue sobrevivir ya es un importante paso adelante.

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