Las cenizas del arquitecto número uno de México, en un anillo de compromiso

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En su edición de esta semana, la revista Proceso hizo mención de un caso que ha conmocionado a los amantes de la arquitectura desde que se hizo público mediante un artículo de Alice Gregory en la publicación estadounidense The New Yorker, titulado “El arquitecto que se convirtió en diamante“, en referencia a los restos del célebre mexicano Luis Barragán, que fueron convertidos en un anillo de compromiso.

El artículo de The New Yorker -publicado el pasado 1 de agosto- relata la historia detrás de dicha transformación, que empieza con “la extraña disposición… del archivo (de Barragán) y sus derechos de propiedad”.

La nota de la publicación estadounidense afirma que desde su muerte, Barragán, quien ganó el Premio Pritzker en 1980, “se ha perdido un poco de vista”, en gran parte debido a que, desde 1995, su archivo “ha sido resguardado en un búnker en Basel (Suiza)… cuando fue adquirido por una familia manufacturera suiza”.

Alice Gregory, autora del texto, afirma que, en su testamento, Barragán “dividió su legado arquitectónico entre dos personas. Confió la tarea de escoger una institución arquitectónica apropiada para su biblioteca a su amigo el arquitecto Ingacio Díaz Morales. Y a su socio, Raúl Ferrera, le legó “toda propiedad de autor, derechos, documentos, películas, dibujos, diseños, esbozos, maquetas o bosquejos y trabajos originales”.

“Díaz Morales rápidamente cumplió con su deber, estableciendo una fundación que ahora administra la casa de Barragán -la Casa Museo Luis Barragán– y supervisa su biblioteca, correspondencia personal, y colección de arte. Sin embargo, el destino de su archivo personal fue más tortuoso”. Cinco años después de la muerte de Barragán, Ferrara se suicidó, de modo que el archivo pasó a ser propiedad de su esposa, quien intentó venderlo sin éxito hasta que “en 1994, la pareja compuesta por Federica Zanco, una historiadora de arte italiana, (…) y su novio, Rolf Fehlbaum, el dueño de Vitra, empresa de muebles fundada por sus padres, (…) lo compraron en tres millones de dólares y lo enviaron a la sede central de Vitra, donde ha permanecido desde entonces”.

The New Yorker cita a Armando Salas Portugal, el fotógrafo oficial de Barragán, quien habla de la percepción general por parte de quienes les preocupaba el resguardo de la obra de Barragán en aquel momento: “Al principio, pensamos que era maravilloso”, afirmó. “En vez de que el archivo se vendiera por pieza, lo tendría íntegro una mujer responsable, una académica, una amiga”. Sin embargo, Gregory señala que “desde entonces, arquitectos, estudiantes, historiadores y empleados de museos se les ha sido negado el acceso al archivo. La postura de Zanco ha sido que el acceso es restringido mientras prepara un catálogo de la obra de Barragán, pero veinte años después, el catalogo aún no ha aparecido, y muchos dudan que alguna vez lo haga”.

La artista conceptual estadounidense Jill Magid se enteró de esta situación y “un elaborado plan comenzó a formarse en su mente; un performance mediante el cual donde todos los elementos de la historia -la arquitectura, el archivo, quienes se lo disputan y Barragán mismo- pudieran ser cristalizados en un sólo gesto”. “¿Cómo -se preguntó Magid- se inserta uno en la vida de un hombre muerto?”.

Alice Gregory indica en el texto de NY la forma en la que que Magid finalmente contactó a la familia de Barragán en 2014, “invitándolos a una cena extravagante preparada por chefs quienes alguna vez habían cocinado para Barragán mismo, con el fin de pedir su permiso para exhumar las cenizas (del arquitecto)”.

“Tanto los miembros de la familia como Magid estaban familiarizados con una famosa historia -la que contaba que el archivo había sido adquirido por el empresario suizo como un regalo de compromiso, en lugar de un anillo, para (Zanco)”, expone.

Magid explicó que su intención era la de usar el anillo hecho de los restos comprimidos de Barragán para “proponerle” a Zanco que ella, a cambio de dicha joya, acordara abrir el archivo e incluso tal vez regresarlo a México. “Los miembros de la familia votaron y (la decisión se aprobó) de forma unánime”. Así, de acuerdo con Magid, “se convirtieron en artistas conceptuales”.

Así fue como, en septiembre de 2015, los restos del arquitecto Luis Barragán fueron exhumados para convertirlos en diamante “por una compañía que se especializa en la compresión de los restos humanos cremados con el objeto de que puedan ser utilizados como joyas”.

Grotesco reciclaje: Villoro; Poniatowska

La historia relatada en The New Yorker ha causado escándalo y posturas encontradas, entre las que destaca la de Juan Villoro, famoso escritor y periodista mexicano, quien el pasado 5 de agosto publicó un artículo titulado “Anillo de Compromiso”, en el que hace una reflexión y una crítica sobre lo acontecido con los restos del famoso arquitecto mexicano, calificándolo como un “grotesco reciclaje” y un “trueque necrofílico y melodramático”.

Asimismo, el famoso escritor se pregunta sobre lo que Barragán mismo hubiera pensado sobre lo sucedido. “¿Es concebible que este artista de las formas puras deseara la extraña posteridad de convertirse en un rutilante adorno en la mano de una millonaria?”, se pregunta.

Del mismo modo, Villoro acusa de irresponsable la intervención de la artista Jill Magid, en el marco de la situación de violencia por la que atraviesa este país. “No se puede ignorar el contexto de violencia social en que ocurre esta trama. En la irresponsable lógica mercantil de Jill Magid, las fosas comunes que se abren a diario en México deberían ser vistas como joyerías”.

Al respecto, en Proceso, el arquitecto Fernando González Gortázar, consideró que se trata de “una historia enfermiza” y se manifiesta contra esa “exacerbación grotesca de la propiedad privada” por pretender que un patrimonio del mundo sea un coto privado.

“Luis Barragán está siendo manoseado de la manera más vulgar y convertido perversamente en propiedad privada”, agregó.

El anillo de compromiso La propuesta se exhibe hasta el 26 de agosto en la Sala de Arte del cantón suizo San Galo (Kunst Halle Sankt Gallen), con el video de la exhumación (The Exhumation) por Jarred Alterman, y una serie de caballitos de plata –correspondientes a los 525 gramos de las cenizas extraídas–, cual ofrenda votiva. La gema irá al Instituto de Arte en San Francisco del 9 de septiembre al 15 de diciembre. Magid expone asimismo en nuestro país por segunda ocasión: se trata de la muestra Ex-voto (con La exhumación), en la galería de arte contemporáneo Labor que dirige Pamela Echeverría, a unos pasos de la Casa Luis Barragán en Tacubaya.

Ante el polémico asunto, la escritora Elena Poniatowska le dedicó un artículo en La Jornada, titulado “Luis Barragán convertido en anillo de compromiso”.

“Jill Magid consiguió el apoyo del San Francisco Art Institute para cucharear las cenizas del Arquitecto número uno de México. Tal parece que también ella, Jill, le ha pedido a Lifegem (encargado de la transformación) que la hagan diamante de un quilate cuando muera”, refirió.

“Nada más ajeno a Luis Barragán que este anillo necrófilico que me permite recordar las largas entrevistas con un arquitecto diamantino hoy exhumado y convertido en anillo de compromiso, aunque Barragán jamás habría regalado un anillo, si acaso un caballo o de perdida un par de botas, o a lo mejor un muro alto sobre el cual la desposada pudiera lamentar haberse casado con él”, mencionó.

Aristegui Noticias

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