Cuando la esperanza llega a ‘El Hoyo’, el territorio más violento de la Ciudad de México

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Bienvenido a uno de los territorios más violentos de la Ciudad de México. Una colonia impenetrable para la policía, desconocida para miles de capitalinos y fuera de las mediciones de bienestar del gobierno local.

Esta es la zona donde se forjó ‘El Ivancito’, el niño sicario que antes de cumplir 17 años mandó a la tumba a 19 personas. El barrio donde jugaba ‘El Pechugas’, un secuestrador tan peligroso que lo sentenciaron a 167 años, por si escapaba dos veces del infierno. El bastión que controlaba ‘El Bebé’, el capataz de una banda de unos 200 ladrones dedicados a robar autos de lujo con violencia. El lugar donde eran célebres ‘El Ganso’, ‘El Negro’ y ‘El Perico’, asesinos y dílers con arrojo suicida que convirtieron este lugar en un territorio insondable para los patrulleros de la violenta delegación Iztapalapa. Esta barriada recibe a sus visitantes con una capilla dedicada al Señor de Chalma en la entrada de la calle que funciona como único acceso y salida. El santuario tiene grabado el alias de quien pagó su construcción: ‘El Zombie’, un homicida de mirada vidriosa al que mataron hace varios años. Por si alguien siente ganas de rezar antes de entrar.

Esta ciudad perdida de unos 7.000 metros cuadrados se llama, oficialmente, Colonia La Joya. Pero casi todos la conocen por su apodo: ‘El Hoyo’. Los vecinos dicen que es porque sus 405 casas están metidas en una cavidad que era una mina de piedra volcánica. Después del devastador terremoto de 1985, fue invadida ilegalmente por los más damnificados y pobres de Tepito, el temido barrio bravo mexicano. Pero la Policía de Investigación tiene otra versión: el sobrenombre hace honor a la capacidad de la barriada para devorar las carpetas de investigación. Los casos contra homicidios, secuestros, venta de armas, se pierden cuando las pistas apuntan hacia acá, porque la policía no puede patrullar por sus laberínticos callejones y porque los operativos a pie son frustrados gracias a los espías en la entrada. Los criminales aquí tienen ventaja sobre los uniformados: una callejuela puede ocultar un pasadizo y una casa puede esconder un túnel hacia el monte. Es una trampa que hace tres años saludaba a los patrulleros con un graffiti que advertía “Prohibido el paso. No se arriesgue”.

Los foráneos necesitan un permiso del barrio para entrar. La autorización de VICE News tardó un mes en conseguirse. Llegamos hasta ‘El Hoyo’ desde el Metro Peñón Viejo en un microbús escoltado por dos patrullas y repleto de jóvenes iztapalapenses. En la entrada de la barriada, los policías dieron vuelta. Seis empleados de la ciudad y de la delegación tomaron el control del recorrido a partir de ese momento. Uno de ellos, susurrando, contó que los “jefes del lugar” no estaban seguros de autorizar nuestro acceso, porque tenían que quitar de los callejones todos los autos robados que tenían a plena luz del día para evitar que fueran grabados.

Los habitantes de ‘El Hoyo’ pegan fotografías en la capilla principal con los rostros de los vecinos que ejecutaron en el barrio. Tiene cruces en el piso en honor a sus asesinados. Pero no es sólo una tumba. También es semillero. ‘El Hoyo’ gesta a los más agresivos correjeros, es decir, jóvenes delincuentes que sueñan con ser condenados a prisión para graduarse como respetados criminales. En los últimos 65 meses, las prisiones para menores de edad en la Ciudad de México han albergado 12.848 niños y jóvenes y casi un cuarto provienen de Iztapalapa. Muchos de ellos son originarios de ‘El Hoyo’.

En esta barriada, ser joven y soñar es difícil. Y en el 2017 es más complicado. La Ciudad de México tiene la peor racha homicida desde 1997: 335 asesinatos dolosos en los primeros cuatro meses. Lo más cercano a ese récord habían sido los 309 asesinatos de enero a abril de 1998. Además, este es el peor arranque de año en el sexenio, si se miran las cifras de asaltos: 23.394 en el primer trimestre, es decir, unas 262 denuncias de robo al día.

El día que entramos a ‘El Hoyo’ —el 6 de abril pasado— los periódicos informaron el homicidio de un comerciante de la Central de Abastos en Iztapalapa. Al día siguiente, tres chicos iztapalapenses de entre 20 y 25 años fueron ejecutados frente a un bar. Dos días después, un cuerpo con un tiro de gracia fue hallado en un canal de aguas negras en la delegación. Siete días después, tres secuestradores mataron en Iztapalapa a un policía durante su escape. Dos días después del fin de mes, los mexicanos desayunaban mientras leían que el sucesor de ‘El Chapo’ Guzmán al frente del Cártel de Sinaloa, ‘El Licenciado’, había sido capturado. Y que su guarida era la Ciudad de México.

Pese a todo, hay quienes se rebelan a “El Hoyo”. Se niegan creer que el barrio ya escribió su destino. Aquellos jóvenes iztapalapenses que nos acompañaban en el microbús eran estudiantes becados por el programa “Prepa Sí”. La mayoría vive en una comunidad que les susurra que mejor se pongan a vender droga. O que sean sicarios. A veces, el barrio es burlón con ellos por anhelar un título profesional en lugar de un carro del año comprado con el esfuerzo ajeno. Pero ellos lo ignoran. Siembran árboles, pintan banquetas, organizan clases de baile los domingos en las plazas públicas de la ciudad, lo que sea necesario para cumplir con las horas de servicio social que se requieren para seguir becados por el gobierno capitalino y que el dinero no les falte para seguir en la escuela. Alternan las clases con algún trabajo de salario mínimo para ayudar a su familia. Viven en casas a medio terminar, parchadas con láminas, donde se preparan para el siguiente examen. A ellos, México no los conocerá por un alias ni por su aparición en un periódico de nota roja. Sabremos de ellos porque se volvieron el orgullo de todos. La antítesis de ‘El Ivancito’, ‘El Pechugas’, ‘El Bebé’.

Entonces, se dirá que ‘El Hoyo’ es la cuna de Gilberto Diego, ahora de 17 años, un futuro politólogo que gestionará todos los servicios urbanos que le faltan a su colonia. Es vecino de su mejor amiga, Natalia Ábrego, hoy de 15 años, quien está en la ruta para volverse Médico veterinaria e instalar la primera clínica para perros y gatos en La Joya. En el futuro, se escribirá que aquí transcurrió la niñez de la joven Jazmín Feria, de 19 años, quien estudia la licenciatura en Química Farmacéutico Bióloga y dice que sus planes son poner sus conocimientos al servicio de su familia y del barrio. Que este es el semillero donde creció Daniela Pérez, la panadera de 15 años que se enfila para convertirse en médico y tratar a aquellos que, como su papá, sufren cirrosis en la barriada.

Este aún es el territorio más violento e impenetrable por la policía. Pero ‘El Hoyo’ también es una promesa: entre la oscuridad, hay jóvenes que anhelan una vida honesta. La esperanza de que la decencia aún puede ganarle a la muerte. Incluso, en el peor año de la Ciudad de México.

Vice News

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