Celebra la PF en la guarida de La Tuta
Antes de ocultarse en la ciudad de Morelia, donde fue detenido, Servando Gómez Martínez, La Tuta, vivió en la sierra de Aguililla, en una choza de madera, y en Tumbicastío, en una caverna conocida cono La Cueva del Diablo, con una extensión de 400 metros y donde hay dos ríos subterráneos llenos de fango y todo el piso está cubierto de excremento de murciélago.
En un recorrido, las autoridades federales mostraron ayer puntos específicos en los municipios de La Huacana, Tumbiscatío, Arteaga y Apatzingán en los cuales se ocultaba el líder de Los caballeros templarios, quien fue aprehendido el pasado viernes.
Esto sirvió para que se llevara a cabo un acto de desagravio, pues ayer las autoridades rindieron homenaje a los 12 agentes federales de la división antidrogas que fueron privados de su libertad, torturados y asesinados por una célula de La familia michoacana, encabezada por La Tuta, en julio de 2009.
En el kilómetro 188 de la carretera Lázaro Cárdenas-Nueva Italia, sitio donde en ese año fueron abandonados los restos de los policías, se colocaron una cruz y flores, se montó una guardia de honor y se guardó un minuto de silencio. Allí, el comisionado general de la Policía Federal (PF), Francisco Galindo Ceballos, dijo: cumplimos, les cumplimos.
Recordó que en 2009 La familia michoacana –organización que antecedió a Los caballeros templarios– estaba creciendo y el gobierno decidió enviar a la zona a “un grupo de agentes que realizaran trabajo encubierto, y lo lograron muy bien. Penetraron a las zonas más complicadas donde estaba la estructura más alta del cártel, y llegaron prácticamente a estar muy cerca del líder de aquel entonces.
Trabajaron muchas semanas, pero fueron detectados por Servando Gómez, quien los detuvo y sometió primero a un interrogatorio fuerte, duro, muy duro para los policías. La PF comenzó a buscar a nuestros compañeros, y aparecieron aquí, el 13 de julio, sin vida.
Dominio de los criminales
Durante el recorrido reconoció que en esas zonas que ayer visitaron hace tiempo no era posible transitar, porque estaban bajo el dominio pleno de las organizaciones criminales. Añadió que ahora se podían recorrer con plena seguridad; sin embargo, en todos los puntos que se visitaron se montaron fuertes dispositivos de seguridad con vigilancia aérea para evitar alguna emboscada de las células de los templarios que aún quedan.
Galindo Ceballos apuntó: “creemos que hemos logrado cosas muy importantes. Hoy es simbólico venir al lugar donde cayeron nuestros compañeros y decirles: cumplimos, con ellos, con los michoacanos, con los mexicanos. No queríamos que pasara más tiempo sin venir a rendirles justo homenaje a nuestros elementos.
Este hecho sin duda fue el más significativo; sin embargo, no fue el único. En Michoacán, la delincuencia le debe a la Policía Federal más de 30 compañeros, muertos o desaparecidos. Pero este fue el acto que marcó a la corporación, dijo el jefe policiaco ante un grupo de federales que estuvieron presentes en el acto y en su mayoría son originarios de Michoacán.
En el lugar citado se colocará un monumento en memoria de los policías caídos.
El recorrido se convirtió también en celebración para las autoridades en general, porque se dijo que confían en que la detención de Servando Gómez Martínez sea el inicio de un cambio en Michoacán, aunque reconocieron que en esa entidad aún hay delincuentes y que hay mucho por hacer.
Para las autoridades, La Tuta era considerado la figura que representaba el poder de los criminales en la región.
En la sierra
Luego, cuatro helicópteros de la corporación policial sobrevolaron la sierra de Aguililla.
Enclavada en la serrranía, a 38 kilómetros de Apatzingán, Los caballeros templarios tenían su zona de confort, un rancho en el que criaban ganado. Ahora sólo quedan dos puercos.
Sobre una superficie de unas 10 hectáreas se asentó el sitio en el que, según las investigaciones de la PF, La Tuta y otros líderes de su organización llevaron a sus familias, que ocupaban sólo tres habitaciones.
De su estancia quedaron como testigos prendas de vestir regadas en el piso, algunos roperos abiertos, con pantalones de mezclilla y camisas colgadas, colchones en el piso y juguetes.
También había algunas monografías de temas educativos, como el uso de los verbos, pegadas en las ventanas. Servían también de cortinas para impeder las miradas curiosas.
En una de las habitaciones quedó una cubeta con orines.
El lugar es de difícil acceso. La zona serrana servía de muro natural contra cualquier intruso y permitía que los templarios se desplazaran por caminos comunales de terracería.
El rancho, conocido como Paso de Cucha, se construyó a cinco kilómetros de una de las casas de Nazario El Chayo Moreno, quien durante más de una década fue el líder del grupo criminal.
A unos metros se levantó una casucha de madera, de cuatro metros cuadrados, pintada de color rojo, con techo de lámina metálica. Era, a decir de las autoridades, el lugar donde La Tuta se escondió durante meses, hasta septiembre de 2014.
No existen allí más que dos sillas viejas, cuyos asientos fueron hechos de lazo.
Para suministrar los servicios más indispensables se tendieron kilómetros y kilómetros de mangueras: unas para abastecer de agua potable y otras con el cableado para alimentar de energía eléctrica a la zona, la cual tenía tres aparatos con sistema de televisión por cable. Uno de ellos estaba en la habitación de La Tuta.
Las autoridades tardaron un año en llegar allí. Fue el tiempo que les costó “convencer a la población de que los policías somos los buenos y que confiaran en nosotros, que nos dieran datos que nos condujeran a su guarida”.
Además, en el terreno se desplegaron 3 mil elementos de la Policía Federal y de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), que cada día avanzaban formando un cerco que impidió el suministro de víveres y obligó a los delincuentes a huir de la zona, donde en diciembre de 2009 un helicóptero policiaco fue atacado a tiros y se produjo un enfrentamiento que dejó un saldo de dos agentes muertos.
Gómez Martínez huyó y se fue a refugiar a una cueva que está a más de 20 minutos de ahí en helicóptero, enclavada en otra parte de la zona serrana, en los límites de Tumbiscatío y Arteaga (en este municipio nació el capo, en febrero de 1966).
La Cueva del Diablo, una caverna de 400 metros de extensión, se localiza entre cerros. La entrada está en los márgenes de un riachuelo, y la cubre un gran ahuehuete.
El acceso es díficil, porque el terreno está lleno de laja de piedra. Apenas cabe una personas de pie, y en menos de tres metros hay que cruzar a gatas por un hoyo para continuar hacia el interior, donde, a decir de las autoridades, inicialmente Los caballeros templarios la ocupaban para ocultar a sus víctimas de secuestro y a los integrantes de otros grupos criminales.
La caverna fue descubierta con información aportada por los grupos de autodefensa. Las autoridades aseguran haber encontrado restos de comida y ropa que era utilizada por La Tuta. Ese fue su último escondite antes de moverse a Morelia.
Fue un movimiento táctico; creyó que, como todos suponían que estaba escondido en su zona de influencia, nadie lo descubriría, pero las autoridades obtuvieron información y lo detuvieron el viernes en Morelia.
Ayer Estanislao Beltrán, Papá Pitufo, uno de los líderes de los grupos de autodefensa, dijo: “la verdad estamos complacidos, tenemos cierta alegría por la detención de este capo; de verdad estamos muy a gusto, muy contentos por esta situación, y quiero decirles que Michoacán ya está tranquilo
Hay todavía algunos problemas internos, pero prácticamente ya todos nos dedicamos a nuestro trabajo, a nuestras actividades cotidianas, y estamos muy contentos; me da mucho gusto, agregó Papá Pitufo mientras acompañaba en labores de seguridad al grupo de la Policía Federal y funcionarios de la Secretaría de Gobernación que realizaron el recorrido por la Cueva del Diablo.
La Jornada