Tradición y geografía hacen de Bélgica centro de trafico de armas

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Los atentados terroristas que dejaron 129 muertos en París, hace una semana, han vuelto a poner en evidencia el rol de Bélgica como centro del tráfico de armas en la Unión Europea (UE).

De ese pequeño país de 30.5 kilómetros cuadrados, a medio camino entre Francia, Alemania y Holanda, salieron parte de las armas empleadas en los atentados contra la revista satírica Charlie Hebdo y un supermercado judío, en París, en enero pasado.

También hay sospechas de que Mehdi Nemmouche, autor del atentado al Museo Judío de Bruselas, en mayo de 2014, adquirió su arsenal en Bélgica, así como Ayoub El-Kahzzani, detenido mientras intentada atacar un tren de alta velocidad entre Amsterdam y París, en agosto.

“Está claro que Bruselas tiene un mercado negro de armas, como todas las grandes ciudades que tienen grandes niveles de criminalidad”, observa Nils Duquet, investigador del Instituto de Flandres por la Paz.

“Y los terroristas son, en general, gente con un pasado criminal, que cumplió pena de prisión y, por lo tanto, tiene los contactos”, explicó en entrevista a Notimex.

La grande participación de yihadistas belgas en los grupos extremistas activos en Siria es uno de los factores que explica la preferencia de los terroristas por el país a la hora de armarse para un atentado.

Entre 500 y 800 belgas ya habrían pasado por el país árabe y 120 han regresado a Bélgica, según datos del ministerio del Interior.

Otro factor sería las características geográficas de Bélgica, que permiten a los criminales cruzar una frontera internacional en cuestión de dos horas.

Duquet señala también la tradición histórica de Bélgica como productor y exportador de armas, y una legislación poco exigente hasta 2006.

Cualquier persona podía comprar de manera legal un arma en Bélgica sólo con presentar una cédula de identidad. Los criminales europeos lo sabía y montaron sus redes de suministro aquí, afirma.

Por otra parte, la presencia de importantes fabricas de armas en el país facilitó el robo de equipamientos y de piezas, así como la difusión del conocimiento.

Hay un gran número de personas capaces de adquirir piezas por Internet y montar su propia arma. Claro que es ilegal, pero es difícil de detectarse, dice Duquet.

Los traficantes de armas belgas también encontraron buenas oportunidades con el fin de la guerra en la antigua Yugoslavia, en la década de 1990.

Miles de armas de guerra permanecieron en manos de civiles, que ahora, para sanar las necesidades financieras de sus familias, las venden por hasta 500 euros.

Esas armas entran en la UE en pequeñas cantidades, una o dos piezas a la vez, escondidas en coches privados. Una vez que pasan la frontera exterior de la UE y entran en el espacio Schengen, ya no hay control, observa el investigador.

La Comisión Europea (CE) es consciente de ello, por eso el paquete de medidas anunciado la pasada semana para combatir el tráfico de armas en la mancomunidad incluye controles más estrictos en las fronteras europeas.

Bruselas también decidió armonizar las reglas para la desmilitarización de armas de guerra, un procedimiento que les torna inutilizables y permite su venta indiscriminada.

El problema es que, al día de hoy, las reglas son diferentes en cada país europeo y en algunos el control no es bueno. Hay armas que entran en Bélgica de manera legal porque han sido desmilitarizadas, pero una vez aquí caen en manos de gente capacitada, que les vuelve a habilitar, explica Duquet.

Fue el caso de una kalachnikov utilizada en el ataque a Charlie Hebdo.

Según los investigadores, el arma había sido adquirida desmilitarizada en Eslovaquia, pero fue reactivada por un belga, que la vendió a Ahmed Coulibaly, cómplice de los hermanos Kouachi, autores del atentado.

NTX

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